Buenos días a todos,
soy Matías Gutiérrez Bonanova, de Santiago de Compostela, residente en Aranjuez y fundado como sociedad anónima humana única en 1988. He tenido un ataque de nostalgia, por eso me he decidido a formar parte del foro emo, con su gigantesco lore. Ahí les va mi email, sir_matias_azeroth@latinmail.com, y mi MSN, matias_warcraft_88@hotmail.com. Ah, es verdad, ya no puedo parlamentar por ahí. Sea mi Telegram, @matiass88. No se equivoquen, no soy nazi; el ochenta y ocho, un caluroso ocho de agosto, es cuando me deportaron del útero.
¿Me dejan hablar de mí mismo? Escribiré un libro que nadie se lo leerá, pero conseguiré que la barra de desplazamiento se vuelva microscópica, ¡se siente! En 1990, aunque recuerdo vagamente, nos trasladamos a Madrid ya que la zapatería de mi padre tuvo que cerrar por lo mal que estaba el negocio, y apenas encontraban oportunidades en Galicia. Prosperamos pronto, afortunadamente, como así lo atestigua una foto mía en 1993, rodeada de juguetes. Como todos los críos de mi edad, me encantaba jugar a combatir muñecos, hacer carreras, disparar y hasta construir con los Tentes que Mario me legó. Qué bella inocencia infantil. Del colegio apenas me constan recuerdos, no pasó nada, ni siquiera me acosaron.
En 1997 me encontraba en mi alcoba en Madrid, rodeado de juguetes y un Pentium que mi tío Pancracio Gutiérrez, hermano de mi padre Mario, me regaló por mi cumpleaños atrasado, con los generosos dineros de su última cosecha. Me vio ilusionadísimo por el Ordenador. Fue aquesta una novedad loca, un Pentium MMX 200 fresquito. Lo flipabas, tío. Así se empieza en el Ordenador. Además, 32 MB de RAM, 2 GB de disco duro, aceleradora 3D Voodoo, unidad de CD-ROM y un Windows 95 para que no me faltase de nada. También unos juegos; los que ya sabéis, Broken Sword, TES: Daggerfall, X-Com, Simcity 2000, Command & Conquer, Civilization II, Ultima VII, Monkey Island III y Quake. Era un lluvioso noviembre de 1997. Cada nanosegundo que no estaba en el colegio, me la pasaba jugando y jugando al Ordenador. Cómo me cautivaba todo. Más los Shareware. Más todo. Era un criajo, pero ya era lúcido y disfrutaba de lo que fuese. Comía bien. Me gustaban mucho los grelos.
En 1998 se me empepitonó la cosa. Por poco, consigo echar a andar el Thief: Dark Project. Jamás lo olvidaré, teniendo 10 años, así como el eco de mi mamá María de los Ángeles, que se quejaba de que el “ordenador” me pondría tontérrimo. Claro, su voz se acalló a la semana siguiente, cuando gané un concurso de redacción del colegio con mi narración sobre una pelota y un ordenador, una narración de oposición tecnológica. Me premiaron con grelos, chorizo y chuletón, algo que no se veía frecuentemente en mi casa. Me plació. Vi que podía combinar placer y trabajo, y que lo haría cada vez mejor. Empecé a programar tonterías. En los albores de 1999, me hice mi propia página web en la que iba narrando todo lo que hacía, aunque sin mucho tino, en los ratos que el teléfono estaba en paz y mis padres podían pagármelo; Archive.org todavía la recoge. Recuerdo rezar para que no llamase al tío Pancracio, que se caía todo.
Al cabo de un tiempo se me hizo grande e interminable. Probé a paginarla con HTML y descubrí enseguida que el mantenimiento era infernal. Pensé: ¿y el autómata? CGI. Fue cuando descubrí Perl para web. Tras meses de práctica y juego, además de duelo, di con la clave. Ya tenía mi primera página web dinámica, con su base de datos en texto plano, allá por 2000. Ja, ja, ja, el chmod. ¡¡Mi bitácora!! ¡Contaba mis cosas antes de que se pusiera de moda, con cosas como Blogger! Hasta la gente podía comentar.
Me gustó. Demasiado. Y para la segunda versión, tras un disgusto, me fui pa’ MySQL, leyendo el escaso material que había. Hice muchas pruebas, en mi servidor Apache casero, además de incorporar un sistema primitivo para combatir el spam, que empezaba a recibir porquerías comentadas. Tras construir un modelo exitoso, me voy a jugar a la Mascarada del Vampiro, mi juego favorito en aquella época. Pedazo de RPG, aprovechando el nuevo ordenador que me compraron mis papás en 2002, ay, qué bendición, junto al ADSL nuevo que nos llegó, dios santo, qué gloria. La Mascarada me la encontré de segunda mano a 1.995 pesetas, tras ahorrar con esfuerzo y moverme, que era un crío de catorce. Cómo la saboreé. Cómo atesoro todavía su desgastada caja. Ahí fue cuando empecé a pensar también en chicas. Y aquí entráis vosotras. Las tribus urbanas eran incipientes en mi instituto. Empecé a vestirme oscuro, a escuchar metal, goth y demás, a estar interesado en las mitologías vampirescas y demás fantasía. Además de la Juana, la Camila y unas cuantas otras sin éxito, H. P. Lovecraft fue el otro amor.
Sus mitos de Cthulhu, comprados a una librería de viejo y que se veían andrajosos, me transportaron a mundos mágicos, al terror cósmico. Me vestía de negro. Escuchaba grupos cada vez más oscuros. Todo a juego con mi cabello moreno. Bueno, ya sabéis, tíos, daba vueltas. Saltaba de moda en moda, definiéndome como adolescente; y una cosa empezaba a quedar clara, mi frikismo incontenible. 2003. Conozco a Laura, parece haber algo más serio que con las Otras. Tonteamos, hablamos y hasta nos abrazamos, pero falta la Concreción, que me es arrebatada por el Warcraft 3, por aquella época también me hice mis nuevos emilios, que han durado hasta ahora. Menudo juego, y me fui alejando de mi web y de Laura. Qué nefanda obra del Anticristo. Laura me preguntaba que cómo estaba. Monosílabos. Otra campaña en Azeroth. Expansiones. Y no supe valorar a esta buena mujer, que al final me mandó a tomar por culo, pero me dejó la puerta entreabierta para otra oportunidad.
La web se fue pudriendo y decayó en usuarios, con actualizaciones esporádicas. Le puse final, en 2004, tras cinco años excitantes. Tenía dieciséis años. Laura, todo buena y paciente, esperaba algo más de mí. Nunca llegó. Nunca supe concretar, y era una moza muy buena. Muy guapa. ¡Lo que me perdí! Llego a 2005. Diecisiete años. Sigo drogado al W3, y termino por probar el WoW. Me meto todavía más. Malas notas en el Bachillerato. Ya desconectado de Laura y del mundo, me hundo durante tres meses. Azeroth es mi mundo, no la calle Juan Gómez. Repito Bachillerato. Toco fondo. Y llega la bendición. La placa madre se me estropea. Me quedo sin ordenador, aunque puedo rescatar el disco duro. Pero a todos los efectos, ya no tengo ordenador. Siento la abstinencia, amigos. Pero también una liberación. Tras años, me adapto poco a poco. Leo más cosas y eso. Mis padres me hablan claro, y me ofrecen ayuda, pero sólo y si sólo trabajo en las vacaciones. Así es. Duro. Y consigo sacarme dinero, unos 2.000 euros. Gano en músculo y confianza. Como peón de obra, también progreso en estoicismo, aprendiendo mucho con los compañeros y sus vivencias, tan distintas de las mías. He sufrido bastante. Pero aprecio la vida de otra forma.
Y soy el único con pinta de gótico, je, je, ese pelo largo. Esa camiseta de Metallica raída. Que había que imponerse. Los primeros días son muy duros, pero soy resiliente y me adapto. Gano fuerza. La perspectiva de rehacer primero me deprime, pero no me rindo. Empiezo muy bien, y, de paso, consigo cambiar la placa madre con mis ahorros. Una nueva y guapa. Configuro y vuelvo a tener ordenador. Pero esta vez… desinstalo el WoW, aunque Azeroth quedará para siempre en mi corazón. Soy consciente. Nada. A trabajar duro. Gracias, placa madre. También adquiero al fin otras rutinas como hacer ejercicio para continuar con la cosa ésa de peón. Trabajo por la tarde, al final. Gano menos, pero sigo pudiendo ahorrar. En vacaciones, jornada completa. Descanso mejor. Y apenas me sobra tiempo. Me vuelvo un hombre serio y ocupado.
Aqueste año maduré. Y empecé a conocer lo que nos rodeaba. También intenté conectar con Laura nuevamente, le hablé de todo. De los esfuerzos que estaba pegándome para cambiar. De nuevo, el dolor. Resulta que Laura había conseguido un novio. Y me sinceré. Se hizo la cosa tensa, porque no sabía muy bien cómo salir de ésta. Esa tensión se ha mantenido durante toda mi adolescencia y adultez, así que al final he concluido que, en primer lugar, estaremos deseando a las muchachas. Siempre, y que la amistad es una cosa difícil. Se puede, he visto cosas, pero ya sabéis. Siempre te la quieres petar.
Tras un tiempo babeando por Laura y obsesionado con ella, empecé a entender las cosas, especialmente cuando me mandó a la mierda. Tengo que conocer a otras chicas. Tengo que moverme. Está claro, con Laura no supe leer el tempo. Me lamento todavía, amigos, pero otra cosa aprendí en mis treinta años: el pasado es el que es, ya no lo cambiarás. Así que, queridos emos, no lloréis tanto por penas pasadas. Terminé primero con notas espectaculares. Seguí trabajando, y jugando ocasionalmente, pero a experiencias de un jugador. Disfrutaba del Call of Cthulhu nuevo, el Black & White 2 o el Armed & Dangerous. Había una creatividad apasionante en el PC, infravalorada, por mucho que pareciese decadente frente al embate de las videoconsolas. La vida me estaba sonriendo. Seguí trabajando, ahora mirando a la Eternidad. Al Largo Plazo. Me marqué objetivos.
Mi confianza se disparó. Estaba pletórico. Y empecé Segundo. Sacaba notaza tras notaza. Reordené la vida y me quité de trabajar por la tarde. Aproveché para seguir con mi sitio, ya renovado, con más cosas que contar. Hacía ejercicio. Comía todavía mejor. Me veía muy bien. Incluso me permitía jugar ocasionalmente. Salía. Me despejaba. Tomaba notas. Construía hábitos. Volvía a ser atractivo para algunas, digámoslo. María, mi compañera, se sentó a mi lado. Hablamos. Tonteamos. La verdad, es bastante mona, aún con todo el acné de su cara. Tengo una charla muy interesante, parece. Y entonces le propongo salir el viernes. No duda.
Llega. Quedamos en la puerta del instituto y salimos. Propongo de comer algo barato, y tampoco duda. Hablamos. En confianza, le cuento el difícil pasado y lo bello que es redimirse. Sí, ya veo, te he visto. Y me caes estupendamente. Gracias, que a ver si seguimos así. Me besa en la mejilla, la muy simpática. La hago reír con mis chistes. Mi salero, no sé. Bueno… o será otra cosa, ya lo sabremos. Caminamos. Este rollo, ya sabes. Seguimos platicando. La cojo de la mano y se me deja. Nos miramos en silencio y seguimos andando, admirando el paisaje. Difícilmente nos salen las palabras. Seguimos mirándonos. Le digo que está precioso el sol. Me dice “siiiip, anda, no te hagas el tonto”. Se ríe y me besa. Vaya, otro beso.
Me mira fijamente y me acaricia ambas mejillas. Me sonríe muy fuerte. Venga, me arrojo. La beso con todas las ganas del mundo. Nos tiramos un buen rato lacónicos y muy abrazados. ¡Al fin Satán me sonríe! Me la como a besos. Y desde entonces es mi adorable esposa.