Un exordio a esta web
¡Hola a todos y no desculpen el masculino genérico! Se da por supuesto que no soy una inteligencia artificial, puesto que escribo andanadas de vericuetos lingüísticos. ¡¡Soy un mortal!!
Soy Robledo y llevo más de veinte años merodeando por la Red, habiendo vivido y visto enorme parte de su historia. Ahora vago en un mar de recuerdos, buscando a duras penas mi sendero. Como ustedes habrán visto, para algo tan sencillo como el describirse he necesitado manejar ciertos códigos en un fichero de texto plano con el objetivo de hacerse página web y, por lo tanto, ser interpretados por un navegador como el de muchos de ustedes, Google Chrome, para ver estas negritas o deleitarse en la cursiva. Se ha necesitado tener algo de pensamiento abstracto y entender hasta cierta medida cómo funcionan los ordenadores y de cómo se traducen nuestras acciones. Y eso hace que, hasta cuatro días con la consolidación del «móvil inteligente», la computación no fuese más accesible, porque la inteligencia, como otros tantos rasgos, está distribuida normalmente:
La inteligencia es la capacidad para percibir e inferir información, amén de retenerla, de tal manera que podamos emplearla para responder al entorno o a una situación. Con sus muchos aspectos y su excelente correlación con un factor general, g, es determinante en la capacidad de pensar más o menos rápido, en la profundidad de nuestros razonamientos, en la planificación, en nuestro vocabulario, en cómo nos expresemos, en la capacidad de pensar más o menos abstractamente, etcétera. Pues éste es uno de los factores, sumados a la intuitividad de una interfaz, el conocimiento, la cuota del mercado y el esfuerzo pertinente, lo que decide el público objetivo de una aplicación.
El excelente editor de Neocities es intuitivo y tiene resaltado de código, pero sigue siendo más duro que una simple interfaz web en donde endosar tus deposiciones. Su público es de cuatro órdenes de magnitud inferior al de Instagram. Hay una barrera extra: no basta con saber qué enunciar, también tener algunas nociones de programación. Criba a muchos. Ciertos ordenadores no son muy allá especialmente para pergeñar, como los relojes inteligentes.
Hay una perenne necesidad de contar nuestra vida y obra, pero también un sempiterno problema de volición, recursos y barreras. Por ello, mucho de lo que se da por sentado en una red social, como escribir naturalmente y que se te muestre con espacios y todo, tiene algunos pasos extra en una página web. Tengo que rodear cada parágrafo con etiquetas HTML. Carga mental extra. Propensión a fallos. Llegado cierto punto bramamos por el autómata.
¿Ven esta antigua página? La escribí a mano, pero lamentablemente a medida que crece, también crece el problema de cómo mantener la cosa. Se trata de hacer lo que esté en las capacidades y mañas de uno, pero también buscar la eficiencia. Y es consabido que podríamos configurar un entorno de trabajo con pandoc
. Se puede incluso automatizar viendo las herramientas existentes, algo en lo que nos explayaremos en próximos artículos y será el fuste para esta página.
Toda herramienta de texto es automatizable hasta cierto grado, excluyendo la parte creativa, e incluso ahí habría dudas si tiramos de algoritmos de inteligencia artificial como GPT-4, que nos acercan al periodista mecánico como primera fase, aunque hoy por hoy son incompetentes para separar el grano de la paja.
Y así se no concluye un ensayo. Continuará.